‘Ahí estamos todavía’: Los negocios latinos de Siler City se mantienen a flote a pesar de poca ayuda
By VICTORIA JOHNSON
La decisión de reabrir negocios en Carolina del Norte fue un gran alivio para Yazmín Hernández, la propietaria de un salón de belleza en Siler City.
“Yo estaba pensando en buscar un trabajo temporal para poder sustentar los gastos de mi casa personalmente y lo de mi negocio”, dijo. “Y pues en la parte económica, pues wow. (Poder abrir) fue una de las mejores cosas creo que me pasaron después de la pandemia.”
Como Hernández, otros empresarios hispanos en Siler City enfrentaron retos en mantenerse a flote y conseguir asistencia federal durante la orden de “quedarse en casa” en Carolina del Norte. A pesar de no recibir mucha ayuda, varios empresarios hispanos en Siler City han encontrado formas de innovar y sobrevivir.
Hernández es dueña de Estética Yaz, un salón de belleza en North Fir Avenue. Originalmente trabajó en Archdale pero se mudó a Siler City y abrió su salón a principios de febrero.
“Apenas tenía un mes cuando abrí, tuve que cerrar”, dijo. “Fue como, ‘O Dios mío’”.
Pero pudo mantener abierto su negocio en algún aspecto: También ofrece envíos de dineros a otros países y otros servicios financieros considerados esenciales en su salón. La gente puede ir a su salón para pagar sus biles y mandar remesas de dinero.
“No es que hiciera tanto dinero en ese aspecto y mi negocio principal es lo del salón de belleza” dijo. “Eso (los servicios financieros) ya es como algo extra.”
Para mudarse a Siler City, sacó algunos préstamos que todavía está pagando y las comisiones que ganó de ofrecer servicios financieros no le han proporcionado mucho.
“Entonces, sí (la pandemia) me afectó mucho en todo porque tenía apenas poquito tiempo de haber abierto”, dijo, agregando, “Pero pues poco a poco vamos saliendo adelante”.
Después de reabrir al fin de mayo, Hernández dijo que ha empezado a ver a más y más clientes en el salon. Todo es por cita y estimo que el máximo número de clientes que ella puede llegar a tener un día puede ser poco más de unas 12 personas.
“Trato de no tener mucha gente porque no quiero que se vuelva como centro de epidemia o de infección aquí” dijo, agregando, “Trato de seguir todo lo que nos dicen de chequear la temperatura, limpiar bien después de cada cliente y no tener mucha gente concentrada en un solo lugar.”
Leo Davalos-Nuño y su mujer Aidee son propietarios de un restaurante mexicano llamado Rojo Canela que está ubicado en East Third Street en Siler City. Ahi sirven recetas familiares en un restaurante que Davalos-Nuño dijo que “se parece a una casa”. Si no se tiene cuidado, agregó, puede perderlo al conducir.
Para Davalos-Nuño, la pandemia vino como una inoportuna secuela después de una desgracia anterior: En mayo de 2018, Third Street se cerró durante alrededor de ocho meses y perjudicó los ingresos de Rojo Canela.
“Al principio, vendíamos entre $800 y $1,400 por día”, dijo Davalos-Nuño. “Luego, cuando cerraron la calle, bajó a $600. Y luego siguió bajando y bajando y bajando porque enviaron el tráfico a la siguiente calle”.
Y luego los golpeó el COVID-19.
Tras la orden del gobernador para quedarse en casa en marzo, Rojo Canela cerró su comedor interior y cambió a cumplir los pedidos para llevar.
“A veces solo vendíamos $80 o $50 en un día”, dijo Davalos-Nuño.
También tuvieron que despedir a sus empleados restantes y Davalos-Nuño dijo que no sabía si ganaría incluso la mitad de los ingresos que ganó Rojo Canela en su primer año de estar en Siler City.
Pero desde que Carolina del Norte reabrió restaurantes a la mitad de su capacidad, dijo que el negocio se ha recuperado. Ahora venden entre $250 a $400 al día en pedidos para llevar y algunos clientes incluso dejan propinas generosas. De hecho, Davalos-Nuño dijo que un cliente compró una comida por alrededor de $13 pero dejó un cheque por $200.
En South Chatham Avenue, Luis Armando Lucas es el dueño de una tiendita que se llama Tres Estrellas. Un amigo suyo, quien la había tenido y operado durante 12 años, se la transfirió a Lucas el octubre pasado y él la ha estado gestionando desde entonces.
Tres Estrellas ofrece un poco de todo: Se hacen envíos de dinero a otros países, pagos de biles y recargas de teléfonos. También venden cosas deportivas, ropa deportiva, biblias y “cosas de diferentes lugares”.
“Hacemos pedido” dijo. “Más que nada ellos vienen y tal vez no está aquí, pero nosotros se lo pedimos.”
Debido a que proporcionan servicios financieros esenciales y venden comida, Lucas dijo que la tienda nunca cerró bajo la orden de “quedarse en casa”. Pero agregó que les ha sido difícil.
“Hay como altos y bajos”, dijo. “A veces hay negocio, y a veces definitivamente no hay.”
Los meses más difíciles fueron marzo y abril, dijo.
“No había gente”, dijo. “La gente estaba asustada y en pánico. Entonces en marzo y abril, pues estaba abierto, pero no había mucho movimiento”.
Empezó a mejorar en mayo, dijo, después de que el gobernador levantó parcialmente la orden de “quedarse en casa”.
“Pues ya hemos empezado otra vez como normalizar las compras”, dijo, “pero todavía no hay suficiente movimiento que se esperaba”.
‘Nada, nada, nada’
En julio, Camino Financial, una entidad financiera en línea, publicó su encuesta trimestral sobre pequeñas empresas latinas en EE. UU. La encuesta, que compiló datos de todo el país, concluyó que muchas empresas hispanas están “en una crisis crediticia causada por una falta desproporcionada de acceso a fondos de ayuda del gobierno y otras líneas de crédito”.
Según la encuesta, 70% de empresas hispanas tuvieron que cerrar en algún momento durante la primera mitad del 2020, y sus ventas bajaron para 80%.
“Las empresas latinas obtienen la parte más corta del alivio empresarial del gobierno”, explicó la encuesta. “La falta de apoyo técnico y financiero impidió que las empresas latinas recibieran fondos de ayuda”, como los programas federales de préstamos que el Congreso financió a finales de marzo para ayudar a las pequeñas empresas a sobrevivir durante la pandemia.
Los tres empresarios hispanos de Siler City intentaron solicitar uno de esos préstamos, pero solo uno logró obtener fondos.
Hernández intentó solicitar un préstamo del Programa de Protección del Pago (PPP), un préstamo perdonable de hasta $10 millones diseñado para ayudar a los empleadores a retener a sus empleados. Como trabaja por cuenta propia, no fue elegible para solicitar el programa hasta aproximadamente una semana después de que el programa empezó a aceptar solicitudes.
Y luego se acabaron los fondos. Después de que el Congreso inyectó más dinero en el PPP, intentó presentar una solicitud en línea y por teléfono sin éxito.
“Me dijeron que me iban a llamar, pero nunca me llamaba”, dijo. “Y ya pues así estuve intentando como por tres ocasiones porque llamaba, pero a veces estaba como hasta 2 horas esperando en línea y nada, nada, nada, nada.”
Asimismo, Lucas pensaba en solicitar tal préstamo, pero le dijeron que no se calificó por el préstamo debido al “tiempo” que tenía.
“Me pienso yo que la mayoría de negocios hispanos por ser muy pequeños no calificaba”, dijo. “No era tanto lo que son (o) lo que reportan o cosas así.”
“Los que calificaron”, Lucas agregó, “pueda ser de que pues se les haya ayudado con muy poco el gobierno”.
Esa fue la experiencia de Rojo Canela.
Davalos-Nuño solicitó y recibió un préstamo del PPP por poco más de $3,200. No podían conseguir más, agregó, porque no tenían toda la documentación requerida y pagaban a los empleados con cheque.
“Solo teníamos la prueba de los cheques”, dijo, “pero no aceptarían los cheques como prueba de que haya gente trabajando para nosotros”.
Dijo que había visto muchas grandes empresas recolectando lo que necesitaban para sobrevivir e incluso algunas devolviendo el dinero.
“La gente como nosotros, lo necesitamos”, agregó, “pero solo obtenemos $3,000”.
‘Andamos’
Para sobrevivir, Hernández y Davalos-Nuño encontraron varias maneras de reducir costos de negocio o generar otros ingresos.
Davalos-Nuño empezó a hacer lo que pudo para reducir los costos del restaurante, incluido recurrir a medidas de limpieza más eficientes para reducir su factura de agua a una quinta parte de lo que era antes de la pandemia.
Asimismo, Hernández recogió productos de limpieza y artículos para el hogar, como papel higiénico, desinfectante para manos, bocadillos, y los vendía a los clientes “sin exagerar los precios”. También comenzó a vender casos celulares y mascarillas, que todavía vende después de reabrir.
“Y pues simplemente si no se puede de una forma, tienes que ver cómo de la otra forma buscar los ingresos”, dijo. “Trato de movilizarnos en todo lo que se pueda”.
Davalos-Nuño dijo que es optimista a pesar de menores ingresos y temores de contraer COVID-19.
“Estaré aquí y serviré a la gente con calidad y amabilidad”, dijo. “Y estaré aquí todo el tiempo que sea necesario”.
Hernández dijo que trabaja casi siete días a la semana para poder pagar sus préstamos lo más pronto posible.
“Uno no sabe qué vaya a pasar en diciembre en enero por lo de la gripe”, dijo. “A veces se mira positivo. Otra vez se mira un poco negativo. No sabría decir. Es como una incertidumbre”.
Lucas dijo que va a terminar con saldos negativos para el fin del año, pero también dijo que están sobreviviendo.
“Pero gracias a Dios, ahí estamos todavía”, dijo. “Andamos. No nos rendimos tan fácil”.